Cartas

Querida Carmela:

Hace tiempo que quiero escribirte y nunca encuentro un momento. Ya sabés, los gatos son como mis hijos y jugando con ellos y cuidando a las plantas se me va todo el tiempo.
Te cuento que terminaron la refacción del baño y quedó todo muy lindo. Yo le tejí a la tapa del bidet una carpetita de crochet con el hilo que trajimos de aquel viaje a las sierras.Ya cuando vengas lo vas a ver.
Ahora te cuento un poco de mi. En líneas generales, estoy bien. Ya sabés como me pesan los años pero hace poco me pasó algo muy raro. No sé si me vas a entender, pero como mi amiga, hermana del alma que sos, tenés que saberlo. Estaba cultivando una ilusión. Y se me escapó. Así como lo leés. La venía madurando y de repente me sentí un dolor en el esternón que ni te cuento. Raro, como profundo. ¿Te doliste a vos misma Carmela alguna vez? Es algo muy nuevo para mí. De repente estaba en la cocina lavando unos cacharros para trasplantar el helecho y me dolí. Me acordé de mi misma cultivando esta ilusión y como se escapó y se me cortó la respiración cuando la vi partir en mi recuerdo. Me di ganas de llorar. Es más fácil cuando alguien ajeno te da ganas de llorar. La publicidad con bebés hermosos que ya no tendremos, esa es un llanto fácil, se acaba la publicidad, se acaba el llanto. Pero esta es distinta, cuando te dolés a vos misma. Porque no te queda otra que hacerte cargo. Y sentarte y charlarte para que no lo vuelvas a hacer. Eso es lo más complicado. Convencerte de que no lo volverás a hacer.
Esta ilusión fue muy rara, era dulce y generó una tristeza dulce. ¿Sabés que hasta me atreví a beber mis lágrimas? Sabían dulces también. Pero el dolor, no. No era dulce, era dolor y ya.
Si hasta creí escuchar el ruido de la ilusión rompiéndose, pero resultó que no. Mi nueva orquídea sacó una nueva hoja y ese fue el sonido que había escuchado. Era la vida que sonaba y no la muerte. Ahora que lo pienso, ¿que ruido hará la muerte?
Por supuesto que felicité a la orquídea por mantenerse firme en su plan de vida y crecimiento. La miraba con envidia Carmela, me mordía el labio y la miraba. Porque ella nunca se va a doler a sí misma. Y en cambio crece y sigue respondiendo a los estímulos de la luz y el agua.
En cambio yo, bueno ya sabés lo triste que me pongo con estas cosas, pero ya pasará. Los gatos me siguen haciendo compañía y también tienen esta manera de moverse que dan risa. Negrito sigue arisco como siempre, pero desde el día de los cacharros y la ilusión me mira con otra cara. Como si supiera, mirá. En cambio Rosaura, la blanquita, ella siempre tan mimosa y caprichosa, ni se enteró. Ella sigue exigiéndome que la trate como a la reina que es. Y yo le doy los gustos. Porque, ¿que nos queda sino?
¿Te conté que mi sobrino más grande ya es abogado? Se recibió la semana pasada. Mi hermana organizó una reunión, yo me fuí temprano para que ellos festejen tranquilos. La música fuerte a mi edad ya me molesta.
Ahora te dejo porque está viniendo un grupo de mujeres de la sociedad de horticultura a ver mi colección de orquídeas. Les preparé el té y compré masitas de la panadería de Rivadavia y Morelo. Esas que compro siempre que venís.

Recibe acá, mi más afectuoso cariño

posted by Libelula de Acero @ 22:34,

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