Sin llaves Enero 07

Mi abuelo nunca cerró la puerta. Acá no hay imágenes ocultas ni meta-mensajes. El iba por la vida sin cerrar las puertas.
Hombre de campo, parco y de pocas palabras. Las abría, si, pero no las cerraba.
La vida quiso que arrimara su poncho con mi abuela Mamima. Nada de pretensiones, ni apellidos ingleses. Gil José y Blanca María. Unidos, bajo la ley de la iglesia.
Empezaron a tener hijos y con cada uno venía mas fortuna.
Para el doceavo retoño mi abuelo se aburrió y decidió vivir su plata. Como veía que de todo lo amasado ya no iba a alcanzar para tantos hijos, el treceavo estaba en plena cocción, se dijo empinando un vaso de tinto y soda, que entonces, al menos él la disfrutaría.
Se compró una casa en Mar del Plata, solo para estar mas cerca del casino en el verano. Todas las noches el mismo ritual: whisky sin hielo (como lo toman los hombres de verdad), pañuelo blanco en el saco, golpeteo de tacones, beso del nieto que estuviera más a mano y partida al Hotel Sasso.
Horas de juego y sudor, amasando futuros, fortunas y sueños.
Casi siempre el mismo resultado: Malhumor y a correr a esconderse que esta noche no hubo suerte.
Llegando a Marzo se trasladaba (cargamento de familia incluido) de vuelta a Guanaco, una localidad para nada pujante muy cerca de la tan famosa Manuelita de Pehuajó. Ahí recuerdo haberlo visto llegar con Juan, su nueva adquisición. Padrillo de pura sangre que lo iba a acompañar por el resto de sus días. Literal, quien sabe que generaría ese hombre en las otras personas, las no relacionadas con él vía sanguínea, el caballo se fue a morir el mismo día que él.
Pero no es tiempo de muertes sino de logros de mi abuelo. Crió caballos, nunca le quiso decir haras. Ganó carreras, entusiasmado y creyenjavascript:void(0)
Publicar entradado que su suerte había cambiado, incursionó en los autos.
Mi abuela le prometía que no estaba embarazada. Que ya había cumplido con la voluntad de Dios y así, acompañado de Sergio su hijo mas grande, se subió a su Ford, se puso un casco en la cabeza y partió con la promesa de traer éxitos. Solo trajo magulladuras. En el orgullo y de las otras.
No era un tipo cariñoso mi abuelo. Era un tipo simple. Que repetía que sandía con vino mataba, pero vino con soda no hacía mal.
Su mayor logro o acercamiento afectivo conmigo fue el de cambiarme mi nombre por el de Madeleine. Pero dicho como lo decía él sonaba a: “Carajo que sos bonita Mo-de-len” Y quien en sus 6 años no se ruborizaría si el patriarca ausente decía semejante comentario de una?
Yo no.
Vuelvo y digo que mi abuelo no cerraba puertas. Ni lo hizo. Cuando se fue a morir se fue al campo solo. Y así lo encontraron. Con la casa abierta de par en par. Los cajones con los papeles revueltos y la familia dividida en cien.

posted by Libelula de Acero @ 22:26,

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